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jueves, 19 de abril de 2012

34ª Jor. Liga 2011/12 Rayo 0-1 ATLETI.- Falcao no perdona ni media







RAYO 0 - ATLÉTICO 1

Rayo Vallecano
Cobeño; Tito, Arribas, Raúl Bravo (Pacheco, m.77),
Casado; Movilla (Diego Benito, m.85), Trashorras;
Lass (Delibasic, m.76), Michu, Piti; y Tamudo.

Atlético de Madrid
Courtois; Juanfran, Miranda, Domínguez, Filipe Luis;
Mario, Tiago; Salvio (Arda Turán, m.59), Diego
(Perea, m.90), Adrián; y Falcao.

Goles
0-1: M.63: Falcao.

Árbitro
Mateu Lahoz (Comité Valenciano). Amonestó a
Movilla (m.33), Lass (m.35), Tamudo (m.41),
Trashorras (m.48), Arribas (m.81) y Tito (m.92)
del Rayo; y a Miranda (m.46) y Adrián
(m.79) del Atlético de Madrid.

Incidencias
Encuentro correspondiente a la trigésimo cuarta
jornada de la Liga de Primera División, disputado
en el Estadio de Vallecas (Madrid), ante 11.300
espectadores. Se guardó un minuto de silencio en
memoria de Piermario Morosini, jugador del
Livorno fallecido ayer, y por Ángel Ramiro,
padre de Enrique, jefe de taquillas.

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Falcao no perdona ni media

El ariete aprovecha los errores de Raúl Bravo y
Cobeño para descomponer al brioso Rayo y
firmar el triunfo de un Atlético sin juego



Al Rayo le superó su ímpetu, su voluntad de jugar en tierras hostiles sin
importarle el azote perenne del viento. Falló Raúl Bravo al salir al corte y
se sonrojó Cobeño al despegarse de su portería. Dos calamidades que
penalizó Falcao, delantero que no perdona ni media y que mantiene
inflexiblemente al Atlético en la lucha por Europa, siempre con el gancho
oportuno, con el gol por bandera. Pero más que un triunfo fue un alivio
porque al Atlético le faltó de nuevo fútbol, que no remate ni competitividad.

El equipo rojiblanco se da de bruces con la cruda realidad a cada duelo
que se le complica porque no tiene la capacidad de corregirse con el tren
en marcha. Simeone descarta el intervencionismo porque entiende el juego
de una única manera, porque así lo ejecutó con las botas puestas y así lo
quiere ordenar desde el área técnica. Resulta el Atlético, sin embargo, un
equipo de una sola versión, la del balón directo y el contragolpe, solo
discutido por los mejores intérpretes, por genialidades ocasionales de
Falcao, Turan, Diego y sobre todo Adrián. Torpe para gobernar los duelos
como su escudo e historia exigen, de resolverlos con la autoridad que se
le presupone, hace bueno sin quererlo el tópico de que no hay rival
pequeño. Cualquiera le pone en apuros y más el Rayo, que subraya con
lo que poco que tiene la presión y el pase, que le sobra bravura pirata.
Quizá por eso ni notó las tres ausencias capitales —Joel, Pulido y
Diego Costa—, las tres cesiones del Atlético con cláusula,
esa que dice que son amigos pero no tanto.



Reacio a perder su identidad gallarda que casi ya le ha asegurado la
permanencia en Primera, el Rayo trató de presionar en campo ajeno.
Nada le hace más daño al Atlético, incompetente para sacar el cuero
jugado desde atrás cuando siente el aliento del rival, estéril para conectar
las líneas porque los centrales tienen el pie cuadrado, desdibujado porque
los mediocentros no atinan a descontar contrarios con sus mezclas. La
consecuencia, irreversible, fue el balón largo en busca de Falcao,
infatigable en la jarana, por más que se lleve tantos topetazos como
desilusiones en carreras vacías. Pero, persistente, el delantero también
gana sus balones. Oro en paño para el Atlético, que destapa las bandas
con las carreras de Salvio y Adrián, con unos zigzagueos estupendos.
Falló, sin embargo, el remate oportuno al centro, el lazo al juego.
Filipe no resolvió la filigrana de Adrián y a Falcao le
faltó un centímetro para cazar el pase de Salvio.

Acostumbrado el equipo a la velocidad y no a la pausa, al fútbol vertical y
no al toque, el Atlético tampoco se preocupó en recuperar la pelota para
jugarla, sino que se esmeró en llegar al área rival de cualquiera de las
maneras. Le bastan tres toques para expresarse. Fue, a buen seguro,
un duelo de lo más satisfactorio para Simeone, que defiende el golpeo y
no el pase, que pretende el gol sin manufacturar. Pero casi se queda en
un gatillazo, ausente la asistencia definitiva; las estrecheces de tiempo
y espacio que ofreció el Rayo fueron excesivas para Diego,
sin voz ni voto en el duelo, sin el balón junto al pie.



Más protagonismo reclamó el Rayo. Movilla movió el cotarro desde la
medular, Michu lo electrificó con sus movimientos de entrelíneas y a
Tamudo se le negó el gol porque Courtois es un portero sobresaliente,
capaz de sacarle la manopla donde a pocos les alcanzó la vista, a la
mismísima escuadra. Se echó en falta, sin embargo, el impulso de Lass,
reducido a la nada por Juanfran, que prefiere batirse con extremos rápidos
que habilidosos. Hasta que se le ocurrió retarle con un quiebro, hasta que
soltó un latigazo que le cuchicheó al palo por fuera. No le alcanzó
al Rayo para firmar un gol, para descomponer el ejercicio
defensivo del Atlético, bien acompasado y equilibrado.

Sin más ideas, tiró el equipo rojiblanco de la estrategia. Tiago envió el
cuero a la red —bien invalidado por fuera de juego— y Mario apuntó al
bulto cuando lo fácil era marcar. Pero inconformista, Falcao domeña al
rival cuando menos se lo espera. Un pase en largo de Juanfran fue una
tortura para Raúl Bravo y Cobeño, que midieron mal los tiempos, y el
edén del ariete y el Atlético. Dos regates, un disparo y el gol, el
triunfo que valida la apuesta; el Atlético mira hacia arriba.

J. Quixano - Madrid
15 ABR 2012 elpais.com
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