Remontada por el camino más difícil
* El conjunto rojiblanco se medirá en cuartos al
Celta tras golear al Recreativo (5-1)
* Simao abrió la goleada y la cerró con un
espectacular gol de falta
* El equipo onubense tuvo ocasiones para marcar,
neutralizadas por un gran De Gea
* Pésimo partido de Perea y de Assunçao, que regaló
el gol del Recre y acabó expulsado
MADRID.- Es obvio, lo dice la historia reciente, que el camino más difícil es el preferido
por el Atlético de Madrid, en cuartos de final de la Copa del Rey teniendo que recurrir
a una épica impredecible tras el sorteo. Pero hubo un partido de ida en Huelva,
tenebroso, indecente, y menos mal para los de Quique que hubo
otro de vuelta, angustioso, trepidante, hermoso.
La mente fría dice que el Atlético sencillamente cumplió con su deber, eliminar a un
rival, el Recreativo, definitivamente inferior. Pero la piel, la sangre, el corazón, todos
ellos hablando de una noche preciosa por la emoción, reconfortante no
sólo para los rojiblancos, también para el fútbol y para la Copa,
un torneo tan necesitado de noches como ésta.
Todo fue, o pareció, mentira durante el partido. Parecía que el Atlético, en el descanso,
lo tenía todo hecho y era cuestión de tiempo. Y no fue así. Parecía que el Recreativo,
con su gol y la expulsión de Assunçao, traía de nuevo la desgracia de los anfitriones.
Y no fue así. Y pareció que el Atlético sentenciaba con la falta sublime de Simao,
pero tampoco. Aguantó, sí, pero lo hizo gracias a De Gea, con los nervios
desquiciando al personal y sin fuelle en los pulmones para haber discutido nada más.
Sobrevivió el Atlético como pudo, a empujones de emoción y
amagos de infarto, a saltos, con llanto y con risas, con todo.
Tiró el Atlético de nervio, y sangre, en el arranque. En dos minutos una cabalgada de
Forlán y un disparo de Jurado pusieron a temblar al Recreativo, demasiado pequeño
en este primer parcial, lugar donde desplegaron los de casa toda esa ceremonia
pirotécnica que tanto gusta por el Calderón. Carreras, golpes, faltas, tiros, pim, pam, pum...
Explosiones y sobresaltos, brincos y más brincos hasta que en un barullo apareció la
bota de Simao para poner el primero. Lo más difícil ya estaba hecho, y más cuando
dos minutos después Agüero metió la punta de la bota para el segundo. Vibraba el
Calderón, tendía esa red eléctrica que hace tan grande este
deporte, especialmente con este equipo y en este estadio.
Poco antes del descanso Ujfalusi aprovechó la indolencia de los andaluces para igualar
la eliminatoria, y a partir de ahí, en la segunda parte, la Copa del Rey encontró uno de
esos ejercicios que hacen de ella una competición hermosa. Primero el Atlético,
sin ofrecer motivos, se descompuso, se rompió por la mitad y ahí empezó a crecer
De Gea, inmenso hasta en tres ocasiones, especialmente
en un disparo de Javi Fuego que sacó de la escuadra.
Perdió empuje el grupo de Quique y las llegadas ya no fueron ni tantas ni tan claras.
En una de ellas Troest empujó un absurdo hacia su propia portería y el Atlético creyó
ver tierra. ¡Qué va! Al contrario, como ocurre siempre que están por medio los de
rojo y blanco, en un cuarto de hora tiraron al retrete todo lo anterior.
Y aquí también hay nombres propios. No contento Perea con haber entregado una
pelota a Fornaroli en la primera jugada de la segunda parte, el colombiano volvió a
cometer un par de tropelías que pusieron los pelos de punta. Claro que nada
comparable a la de Assunçao, que en dos minutos rubricó una de las actuaciones
más ridículas que recuerda el fútbol en un jugador sólo. Primero trató de salir
regateando dentro del área con dos rivales encima. Uno de ellos, Carmona, aprovechó
el regalo y puso los cuartos de final muy, pero que muy lejos.
Y un minuto después, con tarjeta amarilla, cometió otra falta. La segunda y a la calle.
Esto último no es culpa suya, al menos de forma exclusiva. Cuando ni Reyes ni Simao
ni Jurado ayudan, todo es más difícil. Y cuando Quique tarda en reaccionar, más
todavía. Menos mal que estaba Simao para, con una obra de arte a balón parado,
poner al Atlético en un lugar donde estuvo a punto de no llegar.
E. J. CASTELAO 15/01/2010
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* El conjunto rojiblanco se medirá en cuartos al
Celta tras golear al Recreativo (5-1)
* Simao abrió la goleada y la cerró con un
espectacular gol de falta
* El equipo onubense tuvo ocasiones para marcar,
neutralizadas por un gran De Gea
* Pésimo partido de Perea y de Assunçao, que regaló
el gol del Recre y acabó expulsado
MADRID.- Es obvio, lo dice la historia reciente, que el camino más difícil es el preferido
por el Atlético de Madrid, en cuartos de final de la Copa del Rey teniendo que recurrir
a una épica impredecible tras el sorteo. Pero hubo un partido de ida en Huelva,
tenebroso, indecente, y menos mal para los de Quique que hubo
otro de vuelta, angustioso, trepidante, hermoso.
La mente fría dice que el Atlético sencillamente cumplió con su deber, eliminar a un
rival, el Recreativo, definitivamente inferior. Pero la piel, la sangre, el corazón, todos
ellos hablando de una noche preciosa por la emoción, reconfortante no
sólo para los rojiblancos, también para el fútbol y para la Copa,
un torneo tan necesitado de noches como ésta.
Todo fue, o pareció, mentira durante el partido. Parecía que el Atlético, en el descanso,
lo tenía todo hecho y era cuestión de tiempo. Y no fue así. Parecía que el Recreativo,
con su gol y la expulsión de Assunçao, traía de nuevo la desgracia de los anfitriones.
Y no fue así. Y pareció que el Atlético sentenciaba con la falta sublime de Simao,
pero tampoco. Aguantó, sí, pero lo hizo gracias a De Gea, con los nervios
desquiciando al personal y sin fuelle en los pulmones para haber discutido nada más.
Sobrevivió el Atlético como pudo, a empujones de emoción y
amagos de infarto, a saltos, con llanto y con risas, con todo.
Tiró el Atlético de nervio, y sangre, en el arranque. En dos minutos una cabalgada de
Forlán y un disparo de Jurado pusieron a temblar al Recreativo, demasiado pequeño
en este primer parcial, lugar donde desplegaron los de casa toda esa ceremonia
pirotécnica que tanto gusta por el Calderón. Carreras, golpes, faltas, tiros, pim, pam, pum...
Explosiones y sobresaltos, brincos y más brincos hasta que en un barullo apareció la
bota de Simao para poner el primero. Lo más difícil ya estaba hecho, y más cuando
dos minutos después Agüero metió la punta de la bota para el segundo. Vibraba el
Calderón, tendía esa red eléctrica que hace tan grande este
deporte, especialmente con este equipo y en este estadio.
Poco antes del descanso Ujfalusi aprovechó la indolencia de los andaluces para igualar
la eliminatoria, y a partir de ahí, en la segunda parte, la Copa del Rey encontró uno de
esos ejercicios que hacen de ella una competición hermosa. Primero el Atlético,
sin ofrecer motivos, se descompuso, se rompió por la mitad y ahí empezó a crecer
De Gea, inmenso hasta en tres ocasiones, especialmente
en un disparo de Javi Fuego que sacó de la escuadra.
Perdió empuje el grupo de Quique y las llegadas ya no fueron ni tantas ni tan claras.
En una de ellas Troest empujó un absurdo hacia su propia portería y el Atlético creyó
ver tierra. ¡Qué va! Al contrario, como ocurre siempre que están por medio los de
rojo y blanco, en un cuarto de hora tiraron al retrete todo lo anterior.
Y aquí también hay nombres propios. No contento Perea con haber entregado una
pelota a Fornaroli en la primera jugada de la segunda parte, el colombiano volvió a
cometer un par de tropelías que pusieron los pelos de punta. Claro que nada
comparable a la de Assunçao, que en dos minutos rubricó una de las actuaciones
más ridículas que recuerda el fútbol en un jugador sólo. Primero trató de salir
regateando dentro del área con dos rivales encima. Uno de ellos, Carmona, aprovechó
el regalo y puso los cuartos de final muy, pero que muy lejos.
Y un minuto después, con tarjeta amarilla, cometió otra falta. La segunda y a la calle.
Esto último no es culpa suya, al menos de forma exclusiva. Cuando ni Reyes ni Simao
ni Jurado ayudan, todo es más difícil. Y cuando Quique tarda en reaccionar, más
todavía. Menos mal que estaba Simao para, con una obra de arte a balón parado,
poner al Atlético en un lugar donde estuvo a punto de no llegar.
E. J. CASTELAO 15/01/2010
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